TIEMPOS INCIERTOS por nuestra amiga Mariana Diaz

01/06/2020
Foto noticia TIEMPOS INCIERTOS por nuestra amiga Mariana Diaz

Esta semana me siento más animada y, aunque cumplo a rajatabla con todas las normas de la desescalada, reconozco que salir a la calle a realizar gestiones o algunas compras necesarias me ha devuelto una tímida sonrisa. Como de momento no puedo recomendar libros desde El Salón, porque lo impiden los protocolos de seguridad, había prometido a la directora, María Joya, escribir un texto para el blog de la 'pelu'. No lo hice hasta ahora, me resultaba difícil. Pensaba que con lo que ha sufrido este país, y recordando a todas y todos los que se fueron por culpa del coronavirus, hablar de estética o de cortes de pelo parecía banal. 

       Sin embargo, tras leer algunos textos documentados sobre los efectos del confinamiento, hablar mucho por teléfono con las amigas o recoger testimonios de algunas de las personas que más habitualmente sigo y me siguen en instagram, creo que ese sentirse bien que proporcionan los cuidados externos debe formar parte de la nueva normalidad, siempre con respeto a la salud de todos. 

      El encierro y la incertidumbre ante el futuro provocan estrés, aseguran los expertos; el miedo a salir de casa ya tiene un nombre, Síndrome de la Cabaña; la ansiedad ha llevado a muchas personas  a comer poco sano y más de lo necesario, mientras que otras no tienen dinero para los alimentos más básicos, así que supongo que acudir a una peluquería no entra entre sus planes, por mucho que lo deseen o necesiten.  Hay quien ha vuelto a fumar, tras haberlo dejado con mucho esfuerzo, o bebido más alcohol del debido. Nada ha sido fácil, ni lo será en un futuro inmediato.  

      Confieso que renací un poco el día que tuve cita en El Salón y la estilista Isabel Bellido descargó mi cuero cabelludo de un pelo que había crecido en tal cantidad que parecía una ovejita lanuda de raza merina. Ese fue el primer gustazo que disfruté en varias semanas. Se completó con el nuevo rubio de Secretos del Agua que ella creó para mí, porque siempre digo que sí a sus propuestas. Me gustan los cambios allá arriba, en la zona que cubre la fábrica de ideas, sueños, sentimientos, la creatividad. 

      Antes, la otra Isabel y Rosana, a dúo, restauraron mis manos, -que estaban muy 'malamente' por culpa de la lejía-, y pies, premiados con un masajito. Para finalizar, me colorearon las uñas de rosa fucsia, un tono de vida y primavera. Tra, tra, tra. Casi salí cantando por Rosalía. 

      Ahora, según van pasando los días quiero más, porque siempre fui muy presumida. Me miro al espejo y veo una piel apagada, gris, con rojeces. Estrés oxidativo, me digo. Cada mañana  aplico religiosamente unas ampollas que  compré aquella tarde de reparaciones urgentes; la limpio, le pongo cremas, serum, hago los deberes, sigo las recomendaciones de estas dos sabias. Pero el día que usé la mascarilla cuatro horas seguidas sin despegarla del rostro ni un segundo, sentí cómo las células de la  epidermis se cocían, bajo el tejido de la FPP2, en un caldo de sudor y vapor cual garbanzos en una olla exprés. Costará mucho mantener la lozanía de otros veranos, lo sé, porque no pienso bajar la guardia: usar mascarilla es un mantra. 

Por tanto, buenas gentes, solo nos queda la constancia en los cuidados diarios, relativizar, gozar del aire y la brisa del mar, ahuyentar las tristezas, sonreír con la mirada, que el sol brille en nuestro cabello, y pasar por El Salón a en busca de mimos, un ejercicio que alegra los sentidos. 

 

 

P.D.

Este artículo no está patrocinado, me ha salido del corazón, porque esta pelu es para mí refugio en la tristeza, lugar de acogida y chute de vitaminas. 

Recuerda, pontela, ponsela.